jueves, 19 de marzo de 2009

El guardían de historias

R2D2
  
    
Hay objetos que, con solo aparecer, abren una puerta en la memoria. A veces basta con un olor, una melodía o una fotografía guardada en un cajón para hacer un viaje breve al pasado, al lugar donde los recuerdos se quedan esperando ser descubiertos otra vez. 

En una de las visitas que hice a casa de mis padres, un domingo de esos en que la comida familiar se alarga entre anécdotas y risas, ocurrió algo inesperado. Mi papá me dio una grata sorpresa: de la vitrina sacó un pequeño recuerdo que había permanecido allí por casi veintiocho años.

Se trataba de “Arturito” (R2-D2), un diminuto robot de cuerda de cuerpo dorado con detalles negros y una cúpula en la cabeza, que imitaba al carismático androide de Star Wars. Contra todo pronóstico, había sobrevivido a los embates del tiempo.

Lejos de comprender, a mi corta edad, la complejidad de la trama de George Lucas, este pequeño juguete —hasta donde puedo recordar— fue mi fiel aliado en un sinfín de historias infantiles: batallas contra monstruos invencibles y soldados armados hasta los dientes. Me cuenta mi papá que se sorprendía al verme jugar. En el suelo construía complejos carreteros con palitos de madera, piedras y arena; recreaba bosques exuberantes en el patio de mamá Ángela, mi abuela materna, un jardín lleno de árboles frutales, plantas de todos los tamaños y flores de todos los colores. Ese rincón mágico me servía de escenario para inventar mundos llenos de fantasía.

Decía mi papá que a los muñecos solo les faltaba hablar por sí mismos, y tal vez tuviera razón. Porque, sin duda, el mejor artilugio que me asistía era la imaginación.
Quizá por eso, aún hoy, sigo encontrando cierta felicidad en la simplicidad de las cosas.

Después de la anécdota y el recuerdo desbloqueado, Arturito volvió a su lugar en la vitrina, donde permanecerá —quién sabe por cuánto tiempo más—, esperando quizá ser rescatado por otro niño dispuesto a convertirse en su nuevo aliado de mil batallas.

1 comentario:

Marvin Valero dijo...

casi lloro después de leer sobre este detalle...mi Papá pasa por mal momento y me necesita, hay cosas que podemos sacer de ese baúl y secuestrarle una sonrisa al viejo....lo haré...gracias por la inspiración